Fue en 1889 cuando los hermanos André y Édouard Michelin heredaron el pequeño taller de su abuelo en la ciudad de Clermont-Ferrand, Francia. Este establecimiento estaba dedicado a realizar reparaciones de herramientas agrícolas y llantas de bicicletas.
Conscientes de lo complicado que era reparar y cambiar una rueda de bicicleta, André y Édouard tuvieron la idea de crear una llanta que cualquiera pudiera reemplazar. Tras dos años de ensayo y error, los hermanos lograron desarrollar su primera innovación: una llanta de bicicleta desmontable.
Gracias a su diseño, además de ser más resistente, esta pieza podía ser cambiada en solo 30 minutos y no requería de un especialista para su montaje y desmontaje. Este gran invento obtuvo reconocimiento mundial cuando el ciclista Charles Terront, único entre 200 participantes que utilizaba los nuevos neumáticos Michelin, ganó la carrera París-Brest-París en 1891. Un año después, más de 10.000 ciclistas ya usaban los productos de Michelin.
Tras su éxito en el mundo de las bicicletas, los hermanos Michelin decidieron dar otro gran paso. Con la creación del automóvil, no dudaron en desarrollar ruedas para el nuevo medio de transporte que transformaría a la humanidad. Al igual que sucedió con las bicicletas, el fabricante francés diseñó una llanta que fuera muy resistente.
La prueba de fuego para esta llanta de caucho fue la carrera París-Burdeos-París en 1895. Aunque el vehículo que calzaba las cubiertas Michelin no ganó la carrera y quedó en noveno lugar, sirvió para confirmar que el invento debía ser implementado en los automóviles que se comercializaban en aquella época.
A principios del siglo XX, Michelin expandió su gama de productos con el desarrollo de las llantas “gemelas”, que permitió el desarrollo de los primeros vehículos pesados. Luego, en 1914, la empresa le propuso al gobierno francés la construcción de aviones, ofreciendo un centenar de forma gratuita y así construyó casi 1.900 unidades para la Primera Guerra Mundial. Además, Michelin construyó la primera pista de cemento, lo que facilitó que los aviones despegaran y aterrizaran incluso en días lluviosos.
Tras su incursión en la aeronáutica, en 1923 Michelin evolucionó una vez más en el mundo de las llantas con la creación y producción del primer neumático “confortable”, apto para resistir hasta 15.000 kilómetros sin cambiarse.
En década siguiente, los ingenieros de Michelin crearon la llanta “Super Confort”, que podía resistir hasta 30.000 km; luego vino el neumático “Super Confort Stop”, que empleaba ranuras de adherencia para evitar el riesgo de patinar en superficies mojadas y después llegó el “Pilot”, con un perfil más alto, que proporcionaba mayor adherencia incluso a alta velocidad.
Esta carrera de innovaciones por parte de Michelin fue detenida abruptamente por la Segunda Guerra Mundial. Debido a la falta de materias primas, la empresa se dedicó a la investigación de productos sustitutos y a la fabricación de artículos de primera necesidad.
Justo cuando término la guerra, Michelin presentó al mercado un desarrollo en el que invirtió tiempo en secreto: el neumático radial. Dotado con una tecnología superior a la de la competencia, este tipo de llanta rápidamente demostró un excelente desempeño, gracias a que la superficie funciona independiente de los costados, al contar con una lona-carcasa con cables de acero, dispuestos perpendicularmente en la banda de rodamiento.
Indudablemente, este invento revolucionó por completo el concepto técnico de las llantas, al ofrecer mayor comodidad, durabilidad y mejor desempeño del vehículo en la carretera, consolidando la compañía y ampliando sus negocios en todo el mundo.
Este importante descubrimiento, que fue adoptado por los demás fabricantes de llantas, convirtió a Michelin en una de las compañías líderes en la industria del automóvil. En la actualidad, la marca tiene presencia comercial en más de 170 países, 69 centros de producción y tres centros tecnológicos.