Desgraciadamente, cuando la industria automovilística mostraba signos de recuperación tras el impacto de la pandemia, surgió un grave problema: la escasez de microchips semiconductores.
Debido a que en 2020 los fabricantes de chips también pararon la producción y luego tuvieron una gran demanda por parte de la industria de la tecnología, especialmente las compañías de teléfonos celulares, computadores y consolas de videojuegos, se produjo una sobredemanda, la cual produce desabastecimiento para el sector automotor.
Es tal el grado de la escasez de microchips semiconductores que la mayoría de plantas ensambladoras de automóviles han realizado paros técnicos.
Al mismo tiempo, esta situación provoca que suban los precios de los automóviles o bien que se prescinda de ciertos elementos de equipamiento, como cuadros de instrumentos digitales o sistema de start/stop, entre otros.
Se presume que esta situación durará como mínimo hasta 2022 y serán necesarios miles de millones de dólares para solucionarla.
De acuerdo con la consultora Bain & Company, se espera que pese a las grandes inversiones anunciadas y al apoyo institucional, a corto plazo son muy limitadas las opciones que existen para resolver todo el problema.
Aun cuando se destinen grandes cantidades de dinero para superar esta crisis, todo apunta a que el problema se prolongará hasta 2022.
Conjuntamente, se pronostica que esto no es un episodio aislado, sino que sucederán múltiples eventos similares en el futuro, con una disrupción en la industria similar o mayor.
A pesar del impacto, la industria automovilística juega un papel menor en el mercado de esta clase de componentes, puesto que solo posee un 10% de la cuota de mercado mundial.
Esta crisis también afecta otros sectores, como el tecnológico; sin embargo, están dispuestos a pagar más por los chips para evitar escasez.
Otro de los principales problemas de esta crisis es la concentración de proveedores, por ejemplo, la empresa taiwanesa TSMC es la responsable de alrededor del 80% de los chips microcontroladores.
Aumentar entre 5% y 10% las capacidades tecnológicas existentes costaría unos 40.000 millones de dólares. Igualmente, conservar el desarrollo de esta tecnología supondría unos 110.000 millones de dólares en un lapso de diez años.
Además, es indispensable construir una fábrica cada dos años por cada tecnología desarrollada e invertir entre 3.000 y 4,000 millones de dólares anuales en investigación y desarrollo para seguir haciendo transistores más pequeños.