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Renault 4, amigo fiel… eléctrico

La conversión a eléctrico es una posibilidad cada vez más viable en nuestro país para darles una segunda vida a los modelos legendarios.

Renault 4, amigo fiel… eléctrico

Muchas personas tienen en su garaje un vehículo viejito, que, bien por apego o por el gusto de mantenerlo, sigue haciendo parte del inventario familiar. Salvo en contadas excepciones, donde el dueño es conocedor o un entusiasta de los modelos clásicos y antiguos, esos veteranos automotores terminan relegados por falta de uso o se convierten en un dolor de cabeza para quien lo usa con frecuencia, por el deterioro mecánico o cuando los alcanza la inevitable obsolescencia.

Gracias a los avances tecnológicos y al empeño de varios talleres de entusiastas locales (como Energía Vectorial, en Medellín, o EcoVehículos, en Bogotá), desde hace algunos años comenzó a surgir en Colombia una tendencia que se ha convertido en la alternativa perfecta para quien quiere volver a disfrutar su vehículo “de toda la vida”: la actualización o conversión a eléctrico.

Una segunda vida

Si bien prácticamente cualquier vehículo de combustión se puede convertir a uno eléctrico, hacer esta actualización resulta mucho más significativa y aprovechable en un modelo entrado en años por varias razones; en primer lugar, entre más viejo un motor de combustión rinde menos y contamina más, lo que es particularmente crítico en los modelos con más de 20 años. Otro aspecto que aburre de los carros con muchos años es el tema de mantenimiento y finalmente, en muchos casos, el pobre rendimiento que ofrecen, frente a lo que entrega un vehículo moderno homólogo.

Justo por lo anterior, la conversión a eléctrico (que puede resultar un sacrilegio para los más puristas) puede ser una alternativa ideal en tales casos, pues el propietario se libra de los “achaques” mecánicos, pero conserva lo mejor de su modelo antiguo: la estética, la exclusividad y el apego emocional, ese valor inmaterial que evita vender o regalar el automotor. A ello se añade el cada vez mayor interés por procurar alternativas de movilidad limpias y que no tengan restricciones de movilidad.

El detonante que dio origen a “Pluto”, nombre del Renault 4 modelo 1974 que ilustra nuestro artículo, partió de una inquietud cada vez más frecuente de muchos usuarios: el interés por adquirir un vehículo eléctrico, pero no disponer del presupuesto para comprar uno nuevo. En este caso, el propietario consideró que era mejor convertir su entrañable Renault 4 y con ello tendría las bondades de un vehículo eléctrico y podría seguir disfrutando por muchos años más a su “amigo fiel”.

La conversión de este Renault 4 tuvo un costo estimado de $36.000.000.

“Considerando que un auto eléctrico familiar nuevo cuesta más de 100 millones de pesos, la alternativa más viable en Colombia para disfrutar las bondades de la movilidad eléctrica y contribuir con el medio ambiente es convertir un carro que ya tengan”, señala el técnico automotriz y tecnólogo en ingeniería electrónica Carlos Casallas, fundador de EcoVehículos, quien también es propietario de un Renault Logan 2008 convertido a eléctrico.

Trasplante de corazón

En el caso de Pluto, el proceso de conversión supuso quitar todos los elementos relacionados con la combustión, incluidos motor, alimentación de combustible, sistema de escape y sistema de refrigeración; curiosamente, si bien el radiador no sería funcional para la conversión, se dejó parte de la estructura como soporte de la barra de cambios y se aprovechó para personalizarlo con un material traslúcido.

La nueva propulsión de este Renault 4 la entrega un motor eléctrico de 30 kilovatios, que equivalen aproximadamente a unos 40 caballos de potencia, el cual se alimenta con un paquete de baterías de litio de unos 90 kilos, convirtiéndose así en el elemento más pesado del sistema. En todo caso, Carlos explica que, por lo regular, el peso final de los modelos convertidos suele mantenerse con un rango de tolerancia de unos 50 kilos con respecto al peso original del vehículo.

Parte de la “magia” que incluye el proceso de conversión de un vehículo tiene que ver con el correcto acondicionamiento y la disposición de los nuevos componentes que se añaden (motor, baterías, controlador, cargador, sensores, etc.), pues este reordenamiento está condicionado por una plataforma que no fue diseñada para eso y, además, se deben respetar aspectos como balance de peso, funcionalidad y comodidad para los ocupantes.

El proceso de conversión puede tomar unos 45 días, depende en cada caso.

Para Pluto, la propuesta incluyó acondicionar el paquete de baterías y su respectivo cargador en la zona del baúl, aprovechando el lugar donde estaba originalmente el tanque de gasolina; en todo caso, como las baterías miden 28 centímetros de altura no cabían en esa área, por lo que fue preciso bajar el piso, pero dejando suficiente espacio para la llanta de repuesto, que va en la parte externa.

Este Renault 4 tiene su propio cable conector y se puede enchufar en cualquier toma convencional de 110 voltios o en una de 220 V. La ventaja de este sistema es que no se requiere ningún tipo de instalación externa para cargar el auto. En caso de que las baterías estén completamente descargadas, les toma ocho horas recargarse en una toma de 110 voltios o cuatro horas, con una conexión a 220 V. A carga plena, este vehículo ofrece una autonomía aproximada de 120 kilómetros.

Otro punto a favor de este esquema de carga es que el proceso es completamente automático; es decir, “cuando el auto se enchufa a la toma, el sistema determina el tipo de red que corresponde y ajusta la potencia de carga en consecuencia”, señala el técnico Casallas.

Algo en lo que se debe hacer énfasis es que, actualmente, las empresas responsables que se dedican a las conversiones eléctricas disponen de motores y componentes especialmente destinados para los automotores, pues también hay proyectos que acondicionan motores de electrodomésticos o montacargas; en esos casos, “puede que el resultado sea funcional, pero son partes que no están destinadas para usarse en vehículos”, sostiene el especialista.

Los motores eléctricos que se emplean en las actualizaciones adecuadas vienen sellados con grado de protección IP67, por lo que no se afectan con la suciedad o al atravesar charcos (lo mismo que las baterías); estos propulsores tienen una vida útil aproximada de 250.000 kilómetros, libres de mantenimiento.

Impresión de manejo

Acomodarse en el puesto de conducción de Pluto es devolverse en el tiempo y comprender por qué el propietario de un auto antiguo, como este, quiere darle una segunda vida. En este caso, se nota el buen estado de conservación del automotor, incluida la renovación que se hizo en sillas y tapizados; además, se preservó ese ensamble algo crudo y sencillo que caracterizaba a los primeros modelos del amigo fiel.

Hasta ahí el déjà vu, pues al prenderlo se extraña la ruidosa gestión del motor 850 cc original y el tufillo a gasolina que se colaba en el habitáculo a medida que circulaba. Ahora, basta con dar un giro a la llave y un testigo luminoso es el único que garantiza que el auto está encendido.

En el habitáculo, otro elemento ajeno al equipamiento original es un monitor (obligatoriamente flotante) que se acondicionó sobre el tablero y en donde se registran las variables esenciales en torno al estado de la batería y la temperatura, entre otros. No es el caso de este modelo, pero también existe la posibilidad de adecuar un sistema de infoentretenimiento más completo, todo depende del presupuesto.

Se estima que en Colombia hay más de 60 vehículos a los que se les ha hecho este procedimiento.

Para conducir un vehículo convertido a eléctrico hay que cambiar el chip mental; en primer lugar, solo tiene dos pedales, pues si bien se dispone de la caja de cambios, no hay embrague (en algunas conversiones se deja). En este auto, la aceleración es destacada y se debe hacer con suavidad; entonces, al accionar el pedal, la muda progresión de la marcha solo deja escuchar uno que otro desajuste de la carrocería.

En este punto, resaltamos otra virtud de los vehículos convertidos sobre los eléctricos “puros”, pues en los primeros se pueden aprovechar las relaciones de los piñones de la caja de cambios original para optimizar la marcha, algo que resulta muy favorable en nuestra topografía.

El motorcito eléctrico de Pluto tiene un torque de 90 Nm (cuyas sus prestaciones podrían homologarse con lo que ofrecía un propulsor de 1.200 cc de la época) y por su buen ímpetu, lo mejor es arrancar el auto en segunda velocidad. A los pocos minutos de rodar se advierte que la tercera marcha es la favorita de este city car, pues es la que ofrece mejor relación potencia/rendimiento; “entonces casi todo el tiempo lo llevas en tercera y es como si manejaras un auto prácticamente semiautomático”, indica Carlos Casallas.

El costo de desplazamiento en un vehículo convertido es menor entre el 60% y 70% frente a su homólogo de combustión.

Pese a que la dirección no tiene asistencias, las maniobras de giro no resultan tan críticas; sin embargo, el desempeño de los frenos sí nos remonta a los años dorados de este modelo, pues usa el sistema original sin booster y la crudeza de su gestión parece ir en contravía con la actualización de su propulsión. A nuestro juicio, es una mejora pendiente a futuro para este Renault.

A modo de conclusión, es grato advertir que, pese a que el Gobierno está en mora de promulgar una normativa que regule el tema de las conversiones, hay talleres y técnicos nacionales que se han capacitado y ofrecen este servicio en el país, permitiendo que muchos autos de leyenda contribuyan al desarrollo de la movilidad eléctrica.

¿Estarías dispuesto a convertir tu actual auto en un modelo eléctrico?

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