La dependencia global de las tierras raras vuelve a jugarnos en contra. Esta vez, el problema son los imanes, componentes fundamentales para una larga lista de autopartes que van desde limpiaparabrisas hasta sensores ABS.
Lo delicado de la situación es que quien tiene la última palabra en este asunto es China, que controla más del 90% de la capacidad mundial de producción de tierras raras. Lo último es que el gigante de Oriente decidió ponerle trabas a las exportaciones.
El pasado 9 de mayo, la Alianza para la Innovación Automotriz (AAI) y la Asociación de Fabricantes de Equipos y Componentes (MEMA) enviaron una carta conjunta al gobierno estadounidense advirtiendo que los retrasos en los permisos de exportación chinos podrían obligar a reducir volúmenes de producción o, incluso, detener por completo las líneas de ensamblaje.
Sin los imanes provenientes de China, no funcionarían las cámaras, las transmisiones automáticas ni los cinturones de seguridad. Básicamente, sin ellos no se puede tener un auto funcional.
China, por su parte, exige hacer un papeleo que pareciera una burla: cientos de páginas por cada permiso. Mientras tanto, los fabricantes en EE. UU. están preocupados. Pese a que existe una mina en Oklahoma, su procesamiento aún depende de… adivinaste, China.
Reuters informó que las exportaciones chinas de imanes cayeron a la mitad en abril. En esta problemática, Washington acusa a Pekín de violar acuerdos comerciales, mientras que los dirigentes chinos indican que EE. UU. abusa de los controles de exportación en semiconductores. Todos contra todos; al final, quienes sufren son la industra y, a la larga, el consumidor final, que verá crecer el costos de varios productos.
Es importante precisar que la AAI está integrada por una lista de los principales fabricantes de automóviles, como BMW Group, Ford, General Motors, Honda, Hyundai, Stellantis, Toyota y Volkswagen. Por su parte, la MEMA representa a más de 1.000 miembros, entre ellos, proveedores de equipos originales y de posventa.
