Los autos eléctricos son el tema de moda. Así lo demandan los gobernantes del primer mundo, exigiendo metas de desaparición de la venta de los autos con motores de combustión interna. En realidad, es la única forma de lograr que las ventas de autos eléctricos aumenten, pues la gran mayoría del público no puede o no quiere pagar por uno de ellos.
Los vehículos que se mueven exclusivamente con electricidad, que llamaremos AE (Autos Eléctricos), son todavía mucho más caros que los de gasolina y convivir con ellos aún es complicado, debido al tiempo de recarga y a las pocas estaciones de carga rápida, incluso en los países desarrollados. Pero aprovechando el momento para hacer mercadotecnia, muchas marcas anuncian un futuro que aún se ve muy incierto como para profetizarlo. Un futuro en el que no fabricarán más que AE, partiendo de una base en la que hoy solo alrededor del 2% de los vehículos que se comercializan en el planeta usan exclusivamente electricidad para moverse. Puede verse que es un reto excepcional lograr que esto ocurra.
Claro que no es imposible. Noruega, el país que más ha avanzado en esa dirección (irónicamente una nación petrolera) ya vende más autos eléctricos que de combustión interna. La receta para eso fue muy simple: impuestos. Mientras los autos de gasolina o Diésel pagan altas tasas fiscales, los eléctricos no pagan nada. Así, “por las buenas”, es más fácil convencer a la gente.
En Europa, Japón, Australia o Nueva Zelanda, ese tipo de reglas puede imponerse debido al alto poder adquisitivo de la población. Aunque en Estados Unidos, pese a que también es un país rico, tal vez no sea tan simple imponer reglas que impliquen mayor carga fiscal y cambio de hábitos. China, por otro lado, donde el gobierno no tiene la mínima pretensión democrática, la imposición de los eléctricos se hará de forma natural.
Qué esperar para la región
Una de las marcas que recientemente anunció su cambio hacia un futuro completamente eléctrico fue Volvo. Para 2030, es decir, en tan solo nueve años, la marca sueca de capital chino anunció que solo producirá vehículos movidos por motores eléctricos. El tema del costo para el consumidor de una marca premium como Volvo, no es realmente un problema, a menos que viva en Latinoamérica.
Es que en nuestra región cambiar el chip a favor de los eléctricos pasa por algo en que los gobiernos tradicionalmente no quieren invertir: infraestructura. Mejorar al suministro de electricidad y, peor aún, su distribución, para que unos pocos afortunados puedan rodar a gusto en su auto silencioso, sin vibraciones y con torque inmediato, no se vislumbra en un horizonte ni siquiera a largo plazo, mucho menos a 10 o 15 años.
Para seguir operando en nuestros países, marcas como Volvo o cualquiera otra que tenga planes radicales de electrificar la producción de sus vehículos, necesitarán hacer excepciones o usar el menos impactante pero más realista término “electrificados”. Porque esos son, en realidad, vehículos de gasolina que reciben la ayuda de un motor eléctrico para consumir menos combustible fósil. En otras palabras, deberán hacer híbridos. Claro que venderán uno que otro eléctrico por aquí. Nissan ya lo mostró con el Leaf, Tesla con tres modelos y BMW con el i3. Pero de ahí a que sean mayoría, o que veamos a Latinoamérica, Medio Oriente y, principalmente, a África usando solo AE, la cosa está tan distante que probablemente no lo verán nuestros hijos, tal vez ni siquiera nuestros nietos.
Los AE en el tercer mundo (como se nos decía antes de la moda de lo políticamente correcto) no son más que un argumento publicitario, una forma que encontraron los fabricantes de automóviles de responder a las exigencias de políticos poco informados del primer mundo, empujados por electores aún menos letrados que juran que la contaminación del planeta se acabará gracias a los autos eléctricos y sus inmensas baterías.
Así como nos compran materia prima y mano de obra baratas, así como han financiado a los políticos que más les conviene para mantener la distancia entre nosotros y ellos, aquí seguirán vendiendo lo que en sus países ya no podrán. Si lo pensamos bien, puede que no sea tan mala idea. Tal vez llegue el momento en que se den cuenta de que los eléctricos no son tan limpios como se dice, de la misma forma que “descubrieron” que el Diésel no era la solución que Europa pensó que era por más de 20 años.
