La japonesa Marie Kondo fue nombrada en 2015 por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes del mundo, luego que sus libros sobre cómo ordenar objetos en cualquier espacio (como una casa) vendieran cerca de 4 millones de copias en 33 países. En su método, lo primero que recomienda hacer es ordenar la ropa y para ello los que quieran usar su técnica deben juntar todas sus prendas en una sola pila, lo que invariablemente termina en una inmensa montaña que sorprende a sus dueños. De ahí, ella indica que deben deshacerse de toda la ropa que no les produzca realmente felicidad. La clave para su método no es ampliar los espacios de almacenamiento, sino disminuir considerablemente la cantidad de objetos que deben ser mantenidos o preservados. Me puse a imaginar cómo sería el mundo si fuera aplicado el Método Konmari (como ella lo llama) también a los automóviles.
De acuerdo con un estudio hecho en 2019 por Wards Auto, existen 1.420 millones de vehículos en el planeta, siendo cerca de 1.060 millones autos de pasajeros y 363 millones de vehículos comerciales. Obviamente, la industria quisiera que todos los países fueran como Estados Unidos, donde hay 838 autos por cada mil habitantes. Si así fuera el planeta tendría cerca de 4.500 mil millones de automóviles. Ni qué decir si todos los países fueron como San Marino, donde hay 1,26 autos por cada habitante. Sólo como referencia, en Colombia se estima que existen unos 120 autos por cada mil habitantes.
Si la japonesa Kondo lograra poner todos los autos que hay en el mundo hoy en día uno arriba del otro, prácticamente se podría llegar a Marte. Como esto no es posible, lo más cerca que estuvimos de percibir algo similar ocurrió en China, el 13 de agosto de 2010, cuando un megatrancón alcanzó nada menos que 100 kilómetros de extensión y duró 10 días.
Crecimiento imparable
Hasta 2019, se vendían por año cerca de 94 millones de nuevos vehículos, de los cuales alrededor del 2% son eléctricos, para que se tenga una idea de la baja velocidad de adopción de esa tecnología. Se calcula que no más de 30 millones de vehículos son destruidos cada año, 12 millones de ellos en Estados Unidos, ocho millones en Europa y lo demás en el resto del mundo.
La solución no es abrir más calles, construir autopistas o hacer segundos pisos. La solución real es algo que los gobiernos del mundo no quieren asumir el problema de adoptar: mejorar y fortalecer el transporte público y disminuir dramáticamente la cantidad de vehículos en circulación. Esto es algo muy impopular, puesto que afecta a los menos afortunados; es decir, la gran mayoría de la población que, obviamente, representa la gran mayoría de electores, por lo que la única forma de no afectarlos es con buen transporte colectivo. Con razón dicen que un país desarrollado no es uno donde la gente puede andar en auto propio, sino uno en el que la gente elige andar en transporte público, como Japón, por ejemplo.
Los lugares que han logrado mejorar la fluidez de su tráfico lo han hecho en el centro de grandes ciudades con impuestos para circular en ellas durante ciertas horas, como Londres, por ejemplo. En Singapur el costo del impuesto se basa en la densidad del tráfico, algo mucho más sofisticado. Otros lugares, como Atenas o Bogotá, hemos intentado el “hoy no circula” solo para ver a la gente comprar un segundo auto, generalmente más viejo y contaminante.
Esas ciudades se volvieron esclavas de ese sistema del que no encuentra cómo salir sin colapsar completamente el tráfico. En Bermuda, por ejemplo, nadie puede tener más de un auto. En varios lugares buscan incentivar el uso de bicicletas, igual que Bogotá, pero el clima, las grandes distancias y la peligrosa convivencia con los autos, hacen de esta una solución no apta para muchos.
La real solución al exceso de vehículos aún no se conoce, pero cada vez que me toca ver o peor, ser parte de un trancón, siento que Mary Kondo debería ser tenida en cuenta: no necesitamos más calles, necesitamos menos automóviles.