
El dominio de Arabia Saudita sobre los grandes eventos deportivos internacionales avanza a paso firme, y la Fórmula 1 parece ser el próximo escenario en el que el reino se dispone a subir al podio, no como anfitrión ni patrocinador, sino como propietario de un equipo. Esa posibilidad, que hasta hace poco parecía una especulación de pasillo, fue reconocida públicamente por el príncipe Khalid bin Sultan Al-Abdullah Al-Faisal, presidente de la Federación Saudí de Automovilismo y Motociclismo.
En una videollamada con periodistas antes del Gran Premio de Arabia Saudita, que se disputará hoy en Jeddah, el dirigente dejó en claro que el interés existe y que las condiciones del mercado lo hacen más viable que nunca: “Podría pasar, podría pasar pronto si se observa el crecimiento del deporte. Estamos patrocinando equipos, organizamos una carrera, ¿por qué no tener uno propio?”
La pregunta no es retórica. Tampoco inocente. Arabia Saudita consolidó una red de influencia sobre la F1 que incluye inversión, visibilidad, asociación de marca y acceso a decisiones clave. El próximo paso lógico sería la adquisición directa de una estructura competitiva.
De anfitrión a protagonista: la ruta saudí en la F1
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El vínculo entre Arabia Saudita y la Fórmula 1 comenzó oficialmente en 2021, cuando el país se incorporó al calendario con el Gran Premio en Jeddah, válida nocturna que desde su debut fue percibida como estratégica por la organización del campeonato.
Paralelamente, el gigante petrolero Aramco se convirtió en socio global de la F1 y patrocinador principal del equipo Aston Martin. Más allá del mercadeo, los intereses comerciales fueron acompañados por movimientos de capital: el Fondo de Inversión Pública (PIF) del reino adquirió una participación del 20,5% en Aston Martin Lagonda, la marca de automóviles de lujo.
Cabe aclarar que la participación no incluye directamente al equipo de Fórmula 1, controlado por el empresario canadiense Lawrence Stroll, aunque ambas estructuras mantienen vínculos entre sí. Sin embargo, la distancia podría acortarse pronto: Stroll encargó al banco Raine Group que explore la posibilidad de vender su participación en el equipo y varios analistas apuntan al PIF como uno de los candidatos más probables.
McLaren, Alpine y los posibles escenarios de compra
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Arabia Saudita ya tiene un pie dentro del grupo McLaren, gracias a inversiones del PIF y a la adquisición reciente de McLaren Automotive por parte del holding CYVN de Abu Dhabi. Además, el fondo soberano de Bahréin, Mumtalakat, sigue siendo el accionista mayoritario del equipo.
Por otro lado, se mantiene la especulación en torno al equipo Alpine, propiedad de Renault, que en 2023 fue avaluado en 900 millones de dólares tras vender un 24% de su capital a inversionistas privados. Aunque la automotriz francesa insiste en que no está en venta, varios movimientos de mercado, sumados al flojo rendimiento deportivo, alimentan los rumores sobre una posible cesión o asociación estratégica.
Si Arabia Saudita decidiera avanzar en la compra de una estructura existente, Alpine aparece como una opción realista en términos financieros y logísticos. Pero también queda abierta la posibilidad de que el PIF respalde la creación de un nuevo equipo, especialmente teniendo en cuenta que con la llegada de Cadillac y General Motors en 2026, aún quedaría una plaza libre para completar los 12 equipos permitidos por la FIA.
Una alianza creciente
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Arabia Saudita no es el único actor regional con intereses en la Fórmula 1. Qatar Investment Authority (QIA) posee una participación minoritaria en Audi F1, que debutará oficialmente en 2026 junto a Sauber. El fondo soberano de Bahréin, como se mencionó, es el principal accionista de McLaren, mientras que Abu Dhabi se aseguró una parte clave del negocio con su presencia en McLaren Automotive.
Con cuatro Grandes Premios organizados en Medio Oriente (Arabia Saudita, Bahréin, Qatar y Abu Dhabi), la región se convirtió en un eje central del calendario, tanto por razones geográficas como estratégicas. Este proceso no ha estado exento de críticas, particularmente por las acusaciones de sportswashing (uso del deporte para mejorar la reputación de una persona, grupo, empresa o nación) que pesa sobre Arabia Saudita por su historial en materia de derechos humanos.
Sin embargo, las autoridades saudíes niegan estas acusaciones y afirman que su política deportiva se enmarca en una estrategia de diversificación económica y modernización social, en línea con los objetivos de Visión 2030, ambicioso plan de transformación liderado por el príncipe heredero Mohammed bin Salman.
Mercado en alza y con potencial de rentabilidad
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La Fórmula 1 atraviesa una de sus etapas de mayor crecimiento comercial. Según Nielsen Sports, la audiencia más dinámica a nivel global está precisamente en Medio Oriente, con mujeres jóvenes como el segmento de mayor crecimiento. A eso se suma el fenómeno mediático de la serie Drive to Survive, que amplificó el interés global y elevó el valor comercial de los equipos.
Actualmente, cualquier estructura competitiva en la F1 se valora entre 700 y 1.000 millones de dólares, lo que convierte a la compra de un equipo en una operación costosa, pero viable para un fondo como el PIF, cuyo capital supera los 700.000 millones de dólares. A diferencia de otras épocas, hoy un equipo de Fórmula 1 puede ser rentable o al menos generar retornos relevantes en términos de marca, tecnología, influencia y soft power (capacidad de un Estado para incidir en las acciones o intereses de otros actores valiéndose de medios culturales e ideológicos).
El príncipe Khalid lo dejó en claro: “Si vas a comprar un equipo de F1, lo harás para ganar dinero. Sobre todo si lo hace una empresa del PIF. No sería una sorpresa ver pronto un anuncio”, y agregó: “Personalmente, me gustaría ver un equipo saudí, pero si eso ocurre, me gustaría que lo hicieran bien y con éxito. No es fácil, pero, ¿por qué no?”