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Es un hecho, Fisker firma la bancarrota

Acá termina el segundo "emprendimiento" de Henrik Fisker en el mundo automotor. Desorden administrativo, pérdidas económicas de la empresa, los duros comentarios que obtuvo el Ocean y las malas decisiones de su esposa, entre otros, le ponen la lápida a su proyecto.

Es un hecho, Fisker firma la bancarrota

Se acaba todo para Fisker. Lo que prometía ser una interesante compañía, con personalidad y productos atractivos, se quedó solo en eso: la eterna promesa de un fabricante que supo vender vanguardia y humo en partes iguales. El Fisker Ocean, su SUV eléctrico resultó ser un producto con muchas fallas, sin considerar que no había soporte ni capital para sostener su posventa y los desarrollos de la compañía, donde incluso se prometió una oferta de tres autos más: el compacto Pear, la pick-up Alaska y el deportivo Ronin.

Los últimos dos grandes golpes que recibió Fisker fueron de la mano de un YouTuber de tecnología llamado Marques Brownlee, quien dejó en evidencia todos los problemas de software que tenía el Ocean, casi como si se tratara de un prototipo de preproducción, y los durísimos comentarios de Consumer Reports.

La desorganización financiera de Fisker fue tal que salieron a la luz fuertes declaraciones, según las cuales no sabían a dónde iban a parar las ganancias de sus autos y cuántos realmente vendieron. Las declaraciones de personas relacionadas a la marca y de informantes son escandalosas, desde no saber renovar las matrículas provisionales y temporales para pruebas, críticas a la incapacidad del equipo gerencial y hasta tener que desarmar autos de preproducción para poder arreglar autos de clientes, quienes además están muy inconformes con la devaluación de sus propias unidades; Fisker comenzó a bajar drásticamente sus precios para lograr liquidez y un auto que potencialmente podía costar 75.000 dólares, al final se comercializaba bajo los 40.000.

Lo único que podría haber salvado a Fisker era una potencial alianza con otro fabricante. Según Reuters, Nissan era el candidato más directo, pero todo quedó en nada.

Todos los defectos que tenía el Fisker Ocean, por supuesto que se podrían mejorar y arreglar con una calibración decente y una mejor implementación de un sistema de control de calidad. Muchos de estos problemas también se deben a nepotismo: la misma esposa de Henrik Fisker asumió las direcciones de finanzas y operaciones (CFO y COO), siendo protagonista de varias de las pésimas decisiones previamente mencionadas.

Hoy, las deudas de Fisker Inc. ascienden a los 500 millones de dólares, aunque los activos (según la empresa) tienen un valor entre 500 y mil millones de dólares, algo que estará por comprobarse cuando se realice una auditoría a los bienes de la empresa.

En un comunicado, Fisker oficializó: "Como otras compañías en la industria de la electromovilidad, nos hemos encontrado con distintos problemas macroeconómicos y de mercado, los que han impactado nuestra habilidad de operar eficientemente. Después de evaluar todas las opciones disponibles para nuestro negocio, hemos determinado que proceder con la venta de nuestros bienes bajo la ley 'Chapter 11' es la mejor salida para la compañía."

En resumen, el Fisker Ocean, el único modelo de la compañía, se desarrolló junto a Magna Steyr y se fabricaba en Austria con baterías de CATL. Con 4,7 metros de largo, ofrecía cuatro versiones, siendo el modelo One el más equipado y el de mayor autonomía, de entre 579 y 708 kilómetros, aceleración de 0 a 100 en 4 segundos, 468 hp de potencia, techo con celdas solares, pantalla multimedia giratoria y algunas excentricidades de uso, como las viseras divididas, una mesa para el notebook, doble cargador inalámbrico, pintura satinada y parabrisas trasero retráctil.

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