La transmisión automática de doble embargue surgió en procura de desarrollar motores más eficientes y hacer que la conducción sea más ágil. Básicamente, lo que logra este tipo de caja es combinar las ventajas de una transmisión automática con la eficiencia de un cambio manual.
Como su nombre lo dice, en este caso se dispone de dos embragues multidisco que controlan diferentes marchas; por ejemplo, el embrague K1, de mayor tamaño, transmite el torque a través de un eje macizo a los engranajes de las marchas impares 1,3,5 y 7.
Por su parte, el embrague K2, que puede situarse paralelo al K1 o en su interior, opera los engranajes de las marchas pares 2,4 y 6, así como la reversa. Durante la marcha, ambas subunidades de transmisión están continuamente activas, pero solo una de ellas se conectada al motor en un momento determinado.
Así, cuando se acelera en tercera velocidad, la cuarta ya está engranada en la segunda estructura de la transmisión. Cada proceso de cambio tiene lugar a medida que entra en juego cada uno de los embragues: el K1 se desacopla y entra en acción el K2, operación que se realiza en solo unas décimas de segundo, y sin interrupción de la fuerza.
A pesar de estos cambios constantes, las transmisiones de doble embrague tienen la bondad de pasar de una marcha a otra de forma tan dinámica, fluida y cómoda que el cambio es casi imperceptible para el conductor. Incluso también son más rápidas, algunos proveedores han hecho estudios para comprobar que ni siquiera el piloto más experimentado podría hacer los cambios de una manera tan veloz, exacta e imperceptible como lo hace este desarrollo de la ingeniería.
Además de contener dos embragues, este tipo de caja contiene un módulo mecatrónico, un sistema electrónico y actuadores hidráulicos. Gracias al trabajo de cada uno de ellos es posible modificar la velocidad con la que cambian las marchas y controlar con exactitud la fuerza necesaria.