Teniendo en cuenta los avances tecnológicos que se fueron dando a través del tiempo, pensar en un vehículo que transite por la Antártica hoy no es algo descabellado. Pero 60 años atrás era otra la historia.
A principios del 1900 se realizaron las primeras exploraciones en la antártica, en las que se registran los fracasos en transitar la zona austral del planeta usando vehículos motorizados. El primero fue el Arrol-Johnston de 1907, que formaba parte de la expedición de Sir Henry Shackleton, y que no solo carecía de la potencia suficiente, sino que también se rompía constantemente.
Veinte años después (1927) el “baby” Austin 7 del australiano Sir George Hubert Wilkins sucumbió ante las condiciones climáticas de la Antártida, aún utilizando cadenas metálicas en sus 8 ruedas.
Un Escarabajo helado
Recién en 1962 se le ocurriría a Roy McMahon, director por un año en expediciones de la base permanente de Australia, pedirle a Volkswagen Australia que le dieran un auto para moverse en suelo antártico. La marca teutona accedió, y como nada es gratis en la vida, no sólo le brindó el carro y cantidad de repuestos, sino también le otorgó alrededor de 300 metros de película para que consiguiera imágenes de la proeza del escarabajo antártico.
Realizando una potente estrategia de marketing, en 1963 llegó el primer auto que funcionó a la Antártida. Se trataba de un Volkswagen Type 1 color cereza oscuro, de 1.192 cc, que entregaba 40 Hp.
Preparación especial
Hemos visto diferentes vehículos actuales que funcionan en la Antártica con preparaciones muy especiales, que pueden incluir la adaptación para recibir 6 ruedas. En el caso de este Escarabajo se colocaron neumáticos de clavos, una cubierta especial para la rejilla trasera y aceite de baja densidad para garantizar la lubricación, lo que que le permitía encender hasta a -38ºC. Y como no tenía radiador ¡no había fluido interno qué se congelara!
Pero las tormentas heladas, los vientos de hasta 200 km/h, y la superficie irregular del suelo, hacían que al abrirse las puertas éstas se doblaran más del tope, o que el chasis se quebrara en la zona de los anclajes de las suspensiones delanteras.
Al mal paso, darle prisa
Aún con todas las dificultades el “Antartica 1” pudo recorrer 24.000 kilómetros en su primer año y medio: recogiendo pasajeros cerca del aeródromo Rumdoodle, llevando personal de la base y/o científicos para exploraciones lejanas, o bien para pasear… siempre y cuando sea fuera del horario laboral.
Transcurrido su tiempo en la Antártida, el Vocho debía volver a sus “antiguos dueños”, que inmediatamente decidieron inscribirlo en el BP Rally del ’64. Increiblemente, se coronó en lo más alto de su categoría después de 3.200 km en el desierto semiárido australiano.
Segundas partes nunca fueron…
En ese mismo año, un segundo Escarabajo viajó a la Antártida con el objetivo de permanecer ahí 3 años, pero rápidamente cayó al mar con dos pasajeros a bordo (que afortunadamente se salvaron), cuando un bloque de hielo se rompió en el costado de un glaciar.
Como también cuenta el libro ‘Knowing Australian Volkswagens’, escrito por los ingleses Dave Long y Phil Matthews, a pesar del arduo trabajo para poder encontrarlo, nunca se supo el paradero del primer auto en andar por la Antártida.